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SOBRE MÍ

Nací porque mis abuelos decidieron viajar…

 

                  Inició en 1927 desde Galicia, con mi abuela Josefa Tejeiro, viniendo desde Vilalba a Argentina; siguió en 1930, con mi abuelo Alejandro Cavido llegando a las Américas desde Casa Soa. Ambos de Galicia, ambos campesinos de sus pueblos pero se encontraron en San Nicolás  y pum: flechazo, casorio, y nació mi mamá Ludivina —si, Ludivina, sin z y todo junto porque resulta ser que era un nombre muy popular en el pueblo de mi abuelo además del de su tía—.

 

                  Continuó con mis abuelos italianos: Palmira Medeosi y Antonio Gardellini que desde Santa María La Longa vinieron en 1932 y trajeron a mi papá Victorio con sólo dos años.  Ellos, desde casi su llegada —primero tenían que pasar por Buenos Aires, porque parece ser que no era época de barcos directos—, estuvieron siempre en Rosario.

Años después: seis, llega mi mamá con sus padres también a Rosario, transcurren varios años más, y aunque vivían a pocas cuadras recién se conocen en un baile —abuela Josefa sentada custodiando— ¡flechazo de nuevo!, más años, casorio, más años y yo… como ven, lo dicho: si mis abuelos no viajaban…

 

                  Y desde entonces, como es usual: no he hecho otra cosa más que vivir.

 

                  Y ya saben: vivir es lo mejor que tiene la vida.

 

                  En la foto que acompaña a mi biografía aparecen mis hijos: Nicolás, Bianca e Hilén. Son lo más importante, y desde ya: desterrada cualquier alusión a que los hijos son libros. ¡No, los hijos no son libros!

 

                  Mi marido Nicolás es el que resuelve todos los aspectos prácticos: bancos, impuestos, finanzas, y es a quien jamás torturaría con lo literario porque los fabulados le aburren como un hongo, es de los que avanzan en su día con un buen desayuno y todos los diarios.

 

                  Así que vea, si es de los que ya me conoce, ya sabe… (mi C.V. muy nutrido se encuentra en Educación) y si es de los que no, espero que pasear por mi página le resulte ameno, interesante o lo que le implique ocupar en valioso su tiempo, y si no me conoce pero tuve la fortuna de que haya leído mis obras, gracias.

 

                  Tener lectores es un placer adictivo, provocar en otros lo que los libros provocan en mí... pero casi soy abstemia en el tema: en Argentina la novela  “No dejes que muera” no se vende, y sólo he mandado pedir unos veinte ejemplares por el costo (entre el envío y la diferencia quince a uno con el euro, termina resultando más cara que la novela perdida de Borges). Además,  la verdad, casi nadie sabía que escribía hasta que dije que me iba a España. Cuando estuve en Tenerife se presentó en el cabildo -me dijeron que era la primera vez que algo así ocurría-, es decir, cuando estuve allá, todo de maravilla: Vigo y Barcelona también de sueño. Pero ahora, la siento muy sola. Isabel Allende iba personalmente a las librerías y “hacía un escándalo” si no estaba... en fin... imaginensé  yo con semejante charco de por medio. 


                 Publicar en Argentina es todo una cuestión: no es que te rechazan y uno puede pensar que es malísimo y corresponde que no se gasten árboles; sino que directamente, no te aceptan el manuscrito para su lectura. Así que estoy muy orgullosa de que UNR Editora publicara la primera edición de “Después de comer perdices…” en mi ciudad porque sin dudas es más difícil, y presentada por el Doctor Gerardo Hernández Illanes –ex canciller español- en el Túnel 4 del Parque de España, con la música perfecta de la generosa Carolina Helman Flauta y Viola da gamba. Romina Amorouso, soprano y Antonio Ledesmam laúd. Integrantes del Ensamble Lachrimae Verae  Conjunto Pro Música de Rosario y el prestigioso escritor canario Víctor Ramírez que lo prologó en su primera edición, y en la segunda que será publicada en España, también incluirá los prefacios de Patrick Ericson y Xabier Fole. 

 


                 Reitero: gracias.

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