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Joan Manuel Serrat y las perdices


Hay libros que disfrutan de un buen nacimiento. Los que asistieron en la presentación de "Después de comer perdices o por qué las mujeres son boludas e insisten en enamorarse" y mis amigos, ya conocen la historia: quiero compartir un relato muy especial que me ocurrió con Joan Manuel Serrat.

En diciembre de 2010 -¿o, fue en noviembre?, no recuerdo- le dejé una carta con una poesía a Serrat, diciéndole que si le gustaba, por favor, me llamara; y al rato, él me llamó; conversamos 15 minutos por teléfono –muy asombrada cuando vi el tiempo que indicaba la llamada en el celular, parecieron segundos- , y entre varios temas, me dijo que para evaluar cómo escribía, necesitaba más material. Entonces, se llevó uno de mis poemarios y la obra de las perdices... y otra carta, en la que le pedía que llamara a una amiga que lo ama -ocurre que para mí era casi un desperdicio hablar con él, en relación a lo que significaba para mi amiga, ¿me explico?-. (Ni mencionar que casi todo el tiempo tuve que hablar de mí)

También le escribí, dejando en claro, que si no le gustaba, dejara todo en el hotel. Yo lo pasaba a buscar, no tiene sentido que él llevara peso –que seguro terminaba tirando- y yo desperdiciara la impresión de mi obra.

A los días, me llama esa amiga llorando porque él la había llamado, me cuenta todo a borbotones. Finalizo la llamada y recibo un mensaje en el celu, era de mi marido diciéndome que me había llamado Serrat a casa (intentó al celular pero yo lo tenía ocupado: ¡con mi amiga que me contaba de él!); en definitiva, era para despedirse, alentarme con mis letras y decirme que me había leído (¡¡¡¡Me había leído!!!!) y que escribo muy bien... un caballero.

No sólo recibo el aliento y la valoración del mejor cantautor... sino que además es maravilloso saber que existen personas como él. Uno queda en esperanza con la humanidad.

Quedé feliz como lombriz y obvio, tuve el adelanto de Navidad para varios años, y por suerte con dos testigos, ja. Aunque, qué embole no haberlo podido atender por tener el teléfono ocupado. Más allá de todo, es un placer su conversa.

La verdad, sabía que iba a llamarme. Fue muy especial, porque llama, y escucho: "¿Rita María Gardellini?" Y le respondo: "¿Juan Manuel Serrat?" Un tipazo. Y así y todo, todavía no digo que soy poeta.

La foto es la portada del grupo SERRATEROS DEL MUNDO de Lídia Brachs Vallbona


 
 
 
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